01 agosto, 2007

CHILE ESTA MURIENDO DE SOLEDAD


La soledad
es un pájaro grande multicolor
que ya no tiene alas para volar
y cada nuevo intento da más
dolor
(Pablo Milanés
)

Acabo de leer en el periódico que alguien extrajo su teléfono móvil a una persona recién fallecida en un accidente de tránsito. No logro asombrarme demasiado.

Es mentira. Todo lo han adornado con palabras cuya asepsia de quirófano no es más que otro renunciar a ver, a sentir, a palpar, a oler, a morder. Lentamente, nos hemos ido dejando arrancar los ojos, los oídos, la nariz, los tactos y los espejos, esos que antes nos permitían reconocernos en los demás.

La sociedad está pegada con goma de mascar masticada, por no decir con moco. Cualquiera se puede caer en cualquier momento. La probabilidad de que nadie haga nada por nadie es mucho mayor que la esperanza de recibir solidaridad, esa anónima ternura que hace que nuestro paso por la vida sea cierto, humano, al alcance, comprensible.

No es sólo una pobreza inexcusable a estas alturas de la historia. No es tan sólo una distribución del ingreso que aliviaría la conciencia a cualquier gobernante africano; no es el conjunto de establos que llaman escuelas; no es la incertidumbre de si uno se podrá enfermar o morir como perro o como ser humano. No son nuestros millones de viejas y viejos sobreviviendo un mes entero con lo que otros gastan en una buena cena fuera de casa. Es y no es.

Es la soledad, la soledad por todas partes, la soledad en todas partes.

El ordenamiento social sustentado en la desconfianza y el desamor está en la raíz de esta situación. Lo mismo se puede decir de un modelo económico que nadie ha tenido el valor de arrojar a ese noble artefacto de loza donde va a parar la mierda. ¿Realmente alguien en su sano juicio puede pretender, con un mínimo de seriedad -o de humanidad-, que un sistema de "todos contra todos" pueda constituir un entorno propicio para respirar, amar, crecer?.

Es una fantasía, una fantasía demencial diseñada por un grupo de locos que si no tuvieran tanto poder serían vendedores ambulantes, botilleros o promotores de la tarjeta de crédito de alguna multitienda. Al final, ni siquiera los que parece que van ganando van ganando en realidad. Todos perdemos.

El edificio en que vivo actualmente fue construido a comienzos de la década de los setenta. La mayoría de quienes lo habitan son personas mayores que perdieron a sus parejas. Hoy ven televisión, pasean perros y, quizás cuando se dan cuenta que llevan viarios días sin hablar con otro ser humano, procuran entablar un diálogo con cuanta alma toma el elevador. Así uno se entera de todas las hazañas y padecimientos de sus mascotas.

Conozco gente que llama todos los días a los servicios telefónicos de sus bancos para escuchar una voz parecida a la humana, aunque saben que se trata de una grabación. Otros se afanan obsesivamente en tejer una red de socialización vicaria a través del mundo de los famosos chat, de las líneas telefónicas de la amistad, de los sistemas de mensajería en línea, de los foros virtuales. Son verdaderos archipiélagos, en cada una de cuyas islotes habita un solo ser humano.

Yo no sé si es la mayoría de la población o sólo un porcentaje. Ignoro si es factible de cuantificar; pero es evidente que el principal problema de la sociedad chilena es la soledad, ese pulpo de infinitos tentáculos que nos tiene a todos atrapados en el fondo de un mar de caca.

¿Qué es la pobreza sino la expresión material de la soledad, del abandono?

Claro, porque existen muchas soledades y abandonos individuales, pero también existe la soledad colectiva, como la de los pobres, los jóvenes, los viejos, los pueblos originarios, los enfermos, las mujeres, los niños, los desempleados, los discapacitados, las minorías sexuales, los hombres, los extranjeros, los trabajadores. Nos hemos abandonado unos a otros, lentamente, sin darnos cuenta.

Chile se está muriendo, está agonizando, está muriendo de soledad. Es cosa de ver, es cosa de querer ver.